miércoles, 11 de junio de 2014

Irlanda e Independiente

El fútbol es una maravilla. Establece vínculos con cualquier persona en cualquier lugar, en cualquier momento y en cualquier contexto. El hombre que no ama este deporte es quizás un animal irracional. Nos hace llorar, nos hace reír y nos hace sufrir. Es la vida reflejada en un balón, y por ello, la vida siempre estará relacionada con el fútbol. Ahora mismo, Alejandro Díez, varón de 15 años, metro ochenta y amante del rugby, estará celebrando el ascenso de Independiente como el que más. Hace un año ni le conocía, y seguramente, lloró lo que no está escrito al ver al Rojo descender a la Primera B Nacional, equivalente a la Segunda división argentina. Ahora os contaré porqué un argentino insignificante puede ser un amigo de los buenos debido a esta locura llamada fútbol.

El caso es que yo cada verano, entre mis preferencias, está la de viajar a aprender inglés. Mi mes de Julio se convierte en un curso de inglés de más de tres horas diarias y productivas, ya sea en Inglaterra, o ya sea en Irlanda. Precisamente en Inglaterra, y, también relacionado con el fútbol, conocí al primo de Verratti. Llevaba por aquel entonces la camiseta de su primo en el Pescara, y curiosamente, el día que le conocí, el italiano había fichado por el PSG. No nos engañemos. Inglaterra tuvo cosas muy buenas, pero sí es cierto que me decepcionó que ningún francés conociera a mi idolatrado Brandao, o tampoco supiera decirme cinco jugadores franceses del 98. Era un español y había ido a aprender inglés, no a hablar de fútbol con franceses que en su mayoría eran damas femeninas. Me llevé un grato recuerdo de allí, pues tuve la ocasión de visitar Pettersfield, un ameno y tranquilo pueblo situado a dos horas al sur de Londres, y en el que vivimos preciosas alegrías. Sí, ¿qué pinta Inglaterra o Irlanda en este artículo y mis cursos de inglés si queremos hablar de fútbol?

Como no quise repetir Inglaterra, mis padres decidieron mandarme a Irlanda. A Dublín concrétamente. Mis pocas referencias del fútbol irlandés estaban en Robbie Keane. ¿Quién no ha visto marcar goles a Keane en la Premier League?. También quería visitar el Aviva Stadium, en el que tuve el placer de pisar su recién estrenado césped, y, en el que nos explicaron con locura lo que ha significado Keane para su fútbol, acostumbrado a estar en un segundo plano, debido a la importante trascendencia del rugby en sus barrios obreros. El fútbol era poco importante, y por eso el Aviva tuvo que reformarse hace unos años. Estaba a escasos metros de un barrio de Dublin y sus integrantes se quejaron que en los días de partido de rugby o fútbol, no podían dormir, acentuado por el ensordecedor ruido procedente del estadio más importante de Irlanda. Dublín estuvo bien, pero yo seguía hablando de fútbol a cada persona extranjera que se me ponía por delante. Y nada, que no encontraba a nadie para establecer un debate de fútbol.

Mi suerte estaba a punto de cambiar días después de conocer a Peter, un alemán de origen irlandés, y con una brutal similitud a Wayne Rooney, que me habló de su afición al Mainz. Del Mainz conocía muy poco, y pude hablarle un poco de Zidan, no Zidane, sino el egipcio, que en su día me había enamorado en el Borussia de Dortmund. También, le comenté cosas de Szalai, por su paso por el Real Madrid. Pero poco más. Con Peter sobre todo, charlé sobre el Bayern de Múnich y recuerdo que le dije que Guardiola no iba a ganar la Champions porque había equipos europeos que le podían machacar su débil defensa al contragolpe. Y sí, me llamó loco.

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El gran Peter.

Un día después de conocer al gran Peter, llegó por fin, mi encuentro que llevaba esperando durante mucho tiempo. Salíamos de la discoteca del campamento y nos adentramos en el autobús de vuelta a nuestras casas irlandesas. Pese a que ya llevábamos una semana, tenía la corazonada de que no era el único desesperado en ese viaje. De pronto, subieron al segundo piso del automóvil una serie de personas, que a juzgar a simple vista, habría dicho que eran luchadores. Metro ochenta, fornidos, y, con buenas mujeres. Nada más entrar en el bus, el más fuerte de todos, gritó '¡Arriba Independiente", ante mi asombro, yo le dije si se refería al Rojo, al equipo con más libertadores del Mundo y recién descendido a segunda. Él, al igual que yo, se asombró y rápidamente me dio un abrazo. Era alguien que también buscaba una persona con la que hablar de fútbol. Hablamos del fútbol argentino durante todo el trayecto, y, yo recuerdo que le dije antes de todo, que Heinze era un cáncer. Lo poco que había seguido la Libertadores aquel año me había coincidido con el gran año de Newell's y con Tata Martino. A Heinze lo vimos en España a un gran nivel pero cada vez que lo veía jugar no podía con él. Él, asombrado, me dijo que pensaba lo mismo. Éramos almas gemelas, a millones de kilómetros, unidos por un viaje para aprender inglés.

Alejandro fue una persona a la que, por motivos diversos de organización y horarios, sólo podía ver en el colegio, y en las discotecas. Nada más sonar el timbre del recreo de media hora que nos daban, iba rápido a hablar con él de fútbol. Obviamente en castellano, pero yo recuerdo que cada vez que lo veía, se me escapaba una sonrisa. Era un genio y por eso no dudé en pedirle el Facebook rápidamente. Hablamos del Kün Agüero, de Diego Milito, al que yo le dije que no había vivido una exhibición semejante en la final de 2010 de la Champions y sobre todo, de Ustari. Me dijo que Ustari era malísimo y yo le dije que el Pato Abonddanzieri había dejado la portería del Getafe con el listón demasiado alto, tras su paso por la capital española antes de retirarse. También me dijo lo mal que habían gestionado el equipo los directivos de rojo,  y, su pesimismo hacia el futuro. Le prometí antes de irme -Estuvimos escasamente dos semanas juntos y sólo viéndonos una hora cada día- que iba a comenzar a seguir la liga argentina, y que intentaría verme el máximo número de partidos de Independiente al año. Como soy muy tonto, sólo pude ver a Independiente en tres ocasiones antes de su finalísima ante Huracán. Su mal final de temporada le podía pasar factura, pero otra vez, comencé a hablar con Alejandro. Me dijo que me quería invitar al estadio cuanto antes y yo también le comenté mi idea de llevarlo al Santiago Bernabéu, donde había estado antes de irse a Irlanda, aunque fuese sólo para el Tour.

Alejandro fue una persona a la que sigo extrañando a día de hoy, pero sólo por la amistad que establecí con él en Irlanda, se merece este homenaje. Es probablemente el mayor hincha del fútbol argentino que conozca, y su pasión hacia el fútbol es espectacular. Por eso, una tarde de Junio, previa al Mundial, y con un Córdoba-Murcia en el Canal Plus para degustar, decidí ponerme a ver a Independiente, en su final ante Huracán. Quien ganara de los dos, se iba a la Primera División. Por ello, Alejandro me habló desde la mañana, y hablamos sobre varios puntos de Independiente. Sin conocer mucho al equipo, me había encantado Montenegro en todos los partidos que he podido visionar del Rojo a lo largo de la temporada. A sus 33 años, es como el Riquelme de la Segunda División, pero con trabajo. Su cambio de ritmo y su gran asociación con el joven Pisano, añadido a el aguante y la potencia de Penco en ataque, han hecho de este equipo uno de los más profundos al espacio. Ante un rival cerrado como Huracán y ante el marcaje individual hacia Montenegro, Pisano ha asumido galones de crack en su primera temporada en Avellaneda. Un chico de 23 años, sin presión, que ha fabricado la jugada del primer gol del partido, sucedido por un gol de Zapata, al que le dije a Alejandro que era un patapalo, y sin capacidad de llegada. Era un medio centro muy tosco y posicional que muerde como ninguno pero que por el contrario, técnicamente no es nada óptimo. Claro, que físicamente es una bestia y, iniciando un sprint desde su propio campo, anotó el gol de Independiente. Al descanso, volví a hablar con Alejandro, y me dijo que no lo veía nada claro. Huracán era un equipo muy compacto y tuvo sus ocasiones, gracias a un excelente Caruso, delantero del mismo perfil que Penco. El Ruso Rodríguez se disfrazó de héroe y sacó a su equipo de diferentes apuros. El portero siempre acaba proclamándose el rey del partido en contextos como el de hoy. Tras numeroso sufrimiento, Pizzini puso punto y final al agobio y marcó el 2-0 definitivo. Independiente volvía. Alejandro lo festejaba en su casa. Le habría gustado ir a La Plata, pero no quedaban entradas desde que se conoció la sede del encuentro. Volví a hablar con él y le dije que deseaba más que nunca ir a su cancha, a la cancha del Rojo, del equipo con más Libertadores, del grande, del verdadero grande de Avellaneda, una ciudad maravillosa con un gran amigo como Alejandro.

PD. También nombrar a su hermano Pato, con el que también hice migas, y que es un hincha muy grande de Independiente también. Le extaño!

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